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Archive for the ‘Hambrunas’ Category

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En estos momentos, cuando parece que, el fenómeno climatológico El Niño se cierne nuevamente sobre diversas regiones del planeta, no está de más recordar, que aparte de ser, los mismos fenómenos climáticos, procesos indiscutiblemente naturales están mediados por la actividad humana. La acción humana puede amortiguar sus efectos destructivos o multiplicarlos, con los consiguientes costes humanos originados. Mike Davis nos relata en un libro excelente como estos procesos climáticos mediados por procesos económicos y sociales causaron enormes Holocaustos y masacres masivas fundamentalmente durante el S.XIX.

Estos Holocaustos no fueron inevitables sino que las políticas coloniales europeas (y, en menor medida, japonesas); esencialmente, la ideología económica y política británica; las políticas de libre mercado capitalista; o, el colapso consiguiente de los Estados antiguos por las agresiones militares externas, multiplicaron exponencialmente los devastadores efectos de estas enormes sequías. La inacción de una política malthusiana condenó conscientemente a millones de seres humanos a morir en repetidas y recurrentes hambrunas apocalípticas.

El abandono de las políticas públicas y sociales de mantenimiento de infraestructuras hídricas o almacenamiento de granos, la destrucción de los lazos y las tradicionales estructuras sociales, la escasez de políticas redistributivas y la desigualdad, la erosión del suelo, y, sobre todo, la especulación y el comercio de exportación de alimentos se conjugaron para causar un gigantesco cataclismo ecológico y social. No es que no hubiera alimentos sino que la falta de trabajo e ingresos hicieron que millones de personas no pudieran comprar esos alimentos. Esto se podría haber paliado con políticas públicas de empleo, sanitarias o redistributivas, pero, para la ideología económica imperante no se podía incurrir en esos “enormes” gastos fiscales y el riesgo moral derivado de ayudar a los pobres.

Podríamos pensar que fue una calamidad, un error humano imperdonable, pero, esto se repitió decenas de veces ante la imperturbabilidad de estos ideólogos. Por tanto, en la culpabilidad de esa ideología política y económica se debe profundizar mucho más. Hoy nos encontramos frente a un abismo de cambio climático y desaparición de recursos naturales esenciales para la sociedad industrial. Asistimos impávidos a la acelerada erosión y desertización del suelo, la explosión demográfica, la pérdida de biodiversidad, la deforestación, una vida marina esquilmada… Todo ello consecuencia del sobreconsumo y la sobreexplotación. De la falta de límites: morales y físicos. No debemos engañarnos. Existe una total inamovilidad en las altas esferas políticas y económicas. La ideología económica dominante responderá de la única forma que sabe hacerlo: un Holocausto como nunca antes conocimos. De nuestras acciones y compromisos depende que no vuelvan a repetirse los mismos “errores”, porque, indiscutiblemente, más pronto que tarde, también, sobrevendrán sobre nosotros…

 

“La sequía es el duelo recurrente entre la variabilidad natural de las precipitaciones y las defensas hidráulicas de los agricultores. En todos los casos, la sequia presenta una dimensión humana y nunca se trata, sencillamente, de un desastre natural… Pero lo que resulta crítico desde un punto de vista agrícola, no es tanto la cantidad total de lluvia, como su distribución en relación a los ciclos anuales. Una cantidad de lluvia por debajo de lo normal pero bien distribuida daña poco las cosechas, particularmente en áreas como el Deccan en la India o el norte de China, en las que los campesinos cultivan mijo y otros cultivos resistentes a la carestía de agua… Históricamente, las sociedades agrícolas en áreas con gran variabilidad en las precipitaciones, estaban bien adaptadas para afrontar un déficit de lluvia grave anual; pero la mayoría requerían de auxilio masivo interregional para resistir la supresión del monzón durante dos años seguidos.

Además, el impacto que unas precipitaciones deficitarias tienen en la producción de alimentos depende de la cantidad de agua almacenada de la que se disponga, de si ésta puede ser distribuida por los campos eficaz y tempranamente y, si el agua es una mercancía, de si los cultivadores pueden permitirse su compra. […] La sequia hidrológica siempre tiene una historia social. Los sistemas artificiales de riego dependen, obviamente, del sostenimiento de la inversión social y de la mano de obra necesaria para su mantenimiento. Pero incluso la capacidad natural para almacenar agua se puede ver drásticamente afectada por las practicas humanas que provocan deforestación y erosión del suelo.

Como veremos, las sequias más devastadoras del siglo diecinueve fueron condicionadas, previa y decisivamente, por la degradación del paisaje, el abandono de los sistemas de riego tradicionales, la desmovilización del trabajo comunal y la falta de inversión en el almacenaje de agua por parte del Estado. Por ello, estoy de acuerdo con la afirmación de Rolando García en Narure Pleads Not Guilty (un hito en el estudio de las crisis en el Sahel de principios de la década de 1970) que «los fenómenos climáticos no son fenómenos por ellos mismos; solo se les atribuye importancia en relación a la reestructuración del medio ambiente que ocurre en los diferentes sistemas de producción». García, después de enfatizar, citando a Marx, las especifidades históricas de las condiciones «naturales» de producción, plantea una pregunta que será fundamental para la discusión planteada en este libro: «¿En qué medida la transformación colonial del sistema de producción cambio la influencia de los factores climáticos?».

                                                                               

Mike Davis “Los Holocaustos de la Era Victoriana tardía. El Niño, las hambrunas y la formación del Tercer Mundo”.

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Dado el impresionante compromiso de la República Popular China con la seguridad alimenticia y la mitigación de los desastres a principios de la década de 1950, así como su gran éxito en elevar la esperanza de vida media, la escala de este holocausto [la sequía con hambruna de 1959-61, que mató a 20 millones de campesinos] es pasmosa y, para muchos de los simpatizantes de la Revolución China, imposible de explicar. Ciertamente, el «fuerte» El Niño de 1957-59,…, fue el culpable más probable del comienzo de la sequía en 1958-59,… los meteorólogos chinos habían caracterizado la sequía, que afectaba a un tercio de la superficie cultivable de la nación, como la más extrema del siglo veinte. Por primera vez en la historia de la humanidad, la gente podía vadear el Río Amarillo.

Y. Kueh (1998), con un enfoque más sobrio, ha usado un modelo estadístico impresionante para mostrar que «el clima fue la causa principal de la enormes perdidas de las cosechas de cereales de 1960 y 1961», pero los municipios podrían haber sobrevivido la crisis sin sufrir tal mortandad masiva si, en 1959, Beijing no hubiese reducido neciamente la superficie sembrada (para desviar la mano de obra hacia trabajos públicos y la elaboración casera de acero) y, en 1959-60, no hubiese impuesto unas cuotas de producción criminales y confiscatorias. Una culpabilidad odiosa… recae, así, en los líderes maoístas. Aunque la sequía fue, de nuevo, una causa importante, la variable verdaderamente clave fue que no existía una democracia socialista. Como Amartya Sen ha enfatizado… «el hecho particular de que China, a pesar de sus logros mucho mayores [que la India postcolonial] en lo que respecta a la reducción de las privaciones endémicas, experimentase una hambruna gigantesca durante 1959-61… se debe, en gran medida, a la falta de libertad de prensa y a la ausencia de una oposición política. Las políticas desastrosas, que le habían allanado el camino a la hambruna, no sufrieron cambio alguno en tres años a pesar de que la hambruna seguía su curso devastador y esto fue posible por la casi total supresión de las noticias referentes a la hambruna y por la ausencia total de críticas por parte de los medios de comunicación de lo que estaba sucediendo en China»”.

Mike Davis, Los holocaustos de la Era Victoriana tardía.

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Mientras la dinastía Qing estaba cumpliendo su contrato social con los campesinos, los europeos contemporáneos morían a millones de hambre y de enfermedades relacionadas con el hambre durante los inviernos árticos y veranos de sequía de 1740 a 1743…

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… Necesitamos,…, una analogía de las hambrunas de finales de la era victoriana en la que los parámetros naturales se mantengan constantes pero las variables sociales difieran significativamente… Un candidato excelente,…, es el fenómeno El Niño de 1743-44, descrito como excepcional… El monzón primaveral fue suspendido durante dos años seguidos, lo que devastó el trigo invernal en Hebei (Zhili) y en el norte, en Shandong. Los vientos abrasadores marchitaban las cosechas y los granjeros morían repentinamente de insolación en los campos. Las provisiones de cereales provinciales eran completamente inadecuadas para la escala en la que se necesitaban. Pero a diferencia de lo que sucedió a finales del siglo diecinueve, no hubo una mortandad generalizada ni de hambre, ni de enfermedades. ¿Por qué no?

Pierre-Etienne Will ha reconstruido cuidadosamente la fascinante historia de la campaña de auxilio de 1743-44… Los famosos graneros «siempre estables» de cada condado ,…, inmediatamente empezaron a distribuir raciones (sin exigir a cambio un examen de capacidad para el trabajo) a los campesinos en los condados oficialmente designados como afectados por la hambruna. (La aristocracia local había organizado con anterioridad comedores populares para asegurar la supervivencia de los residentes más pobres hasta que comenzase la distribución de raciones.) Cuando las provisiones locales se demostraron insuficientes, [Fang] Guancheng transfirió mijo y arroz de los grandes almacenes de grano tributario en Tongcang, al término del Gran Canal, y usó el Canal para transportar vastas cantidades de arroz desde el sur. Dos millones de campesinos fueron alimentados durante ochos meses, hasta la vuelta del monzón… [El] 85% de los cereales usados en el auxilio fueron tomados prestados de los depósitos o graneros que almacenaban el grano de los tributos situados en las afueras del radio de territorio afectado por la sequía.

Ninguna sociedad europea contemporánea garantizaba la subsistencia, considerada como un derecho humano [ming-sheng], de sus campesinos…, ni tampoco, como después se maravillarían los fisiócratas, podían siquiera emular «la precisión temporal de las operaciones [de Guancheng]…» Mientras la dinastía Qing estaba cumpliendo su contrato social con los campesinos, los europeos contemporáneos morían a millones de hambre y de enfermedades relacionadas con el hambre durante los inviernos árticos y veranos de sequía de 1740 a 1743… Es decir, en la Era de la Razón europea, las «masas de personas hambrientas» eran francesas, irlandesas y calabresas, pero no chinas.

Además, «la intervención llevada a cabo en Zhili en 1743 y 1744 no fue la única de su clase en el siglo dieciocho, ni siquiera fue la más amplia»…, la inundación del Río Amarillo el año anterior (1742-43) comportó muchos más gastos y abarcó una región mucho más extensa. (Además de las [seis] sequías e inundaciones correlacionadas con el ENOS… otros siete desastres (inundaciones)… requirieron una movilización masiva de auxilio… La capacidad del Estado chino durante el siglo dieciocho,…, era verdaderamente impresionante: un cuadro de administradores experimentados en la solución de problemas; un único sistema nacional de estabilización del precio de los cereales; grandes excedentes de cereales; graneros bien administrados que almacenaban más de un millón de bushels de grano en cada una de las doce provincias; e infraestructuras hidráulicas incomparables…, el control de precios fue la innovación principal de la dinastía Qing… [el emperador] Yongzheng… reprimió severamente la especulación por parte de «las familias ricas que, en su busqueda de provecho, sustraen habitualmente grano a miles, miríadas de bushels».

Mike Davis, Los holocaustos de la Era Victoriana tardía.

 

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La supresión de los monzones desde 1876 hasta 1879 provocó una sequía inusualmente grave en la mayor parte de Asia. Su impacto en la sociedad agricultora del momento fue inmenso. Por lo que sabemos, la hambruna que se apoderó de la región fue la peor de las que castigaron a la especie humana”.

John Hidore, Global Environmental Change, 1996.

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La mortalidad total de estas tres oleadas de sequía, hambre y enfermedades no pudo haber sido menor de 30 millones de víctimas. Podría llegar a 50 millones de muertos”.

Fue realmente un desastre de magnitud planetaria, con sequía y hambrunas documentadas en Java, las Islas Filipinas, Nueva Caledonia, Corea, Brasil, el sur de África y el Magreb. Hasta la fecha, nadie había imaginado que un clima tan extremo y sincrónico fuese posible en una escala que incluía el cinturón tropical monzónico completo, más el norte de China y de África. Ni tampoco había registros históricos de hambrunas que hubiesen tenido un impacto simultáneo en áreas tan distantes unas de otras. […]

Pero la gran sequía de 1876-79 fue tan sólo la primera de las tres crisis de subsistencia global de la segunda mitad de la era victoriana. Los años secos de 1889-91 llevaron de nuevo el hambre a la India, Corea, Brasil y Rusia; aunque los peores sufrimientos fueron en Etiopía y Sudán, donde es posible que pereciese un tercio de la población. En 1896-1902 se presenció, de nuevo, la supresión repetida de los monzones a lo largo de los trópicos y del norte de China. Las epidemias de malaria, disentería, peste bubónica, viruela y cólera, enormemente destructivas, provocaron millones de víctimas en las filas de los debilitados por la hambruna.

Los imperios europeos, conjuntamente con Japón y Estados Unidos, explotaron salvajemente esta oportunidad para arrebatar nuevas colonias, expropiar las tierras comunales y reclutar más mano de obra para sus plantaciones y minas. Lo que, desde una perspectiva metropolitana, parecía el resplandor último de la gloria imperial del siglo diecinueve fue, desde el punto de vista asiático o africano, tan sólo la luz odiosa de una gigantesca pira funeraria«.

Mike Davis, Los Holocaustos de la Era Victoriana tardía. El Niño, las hambrunas y la formación del Tercer Mundo.

Postdada:

[Cuando] Dentro de cincuenta años los historiadores revisen el papel jugado por el Imperio Británico durante el siglo diecinueve, las muertes innecesarias de millones de indios serán su monumento principal y más celebre.

William Rigby, “Prosperous” British India: A revelation from Official Records, 1901.

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Pero existe una categoría de extranjeros malhechores que fabrican opio y lo traen a nuestro país para venderlo, incitando a los necios a destruirse a sí mismos, simplemente con el fin de sacar provecho. […] ahora el vicio se ha extendido por todas partes y el veneno va penetrando cada vez más profundamente (…) Por este motivo, hemos decidido castigar con penas muy severas a los mercaderes y a los fumadores de opio, con el fin de poner término definitivamente a la propagación de este vicio. […] Todo opio que se descubre en China se echa en aceite hirviendo y se destruye. En lo sucesivo, todo barco extranjero que llegue con opio a bordo será incendiado (…)”.

Lin Hse Tsu, Carta enviada a la reina Victoria requiriéndole que dejara de traficar con drogas y respetara las normas del comercio internacional, 1839.

 

Millones de personas murieron, no porque estaban fuera del “sistema mundial moderno”, sino porque fueron violentamente incorporadas en sus estructuras económicas y políticas. Murieron en la época dorada del capitalismo liberal; de hecho, muchas fueron asesinadas, como veremos, por la aplicación teológica, de los principios sagrados de Smith, Bentham y Mill

Mike Davis, profesor de Historia de la Universidad de California en Riverside.

 

Si no fuera porque se poseen armas perfeccionadas, la muchedumbre de gente famélica podría haber causado serias perturbaciones políticas

Parte de un Oficial consular estadounidense en Pekín, 1879.

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En la conciencia colectiva ha quedado el fracaso del cruento intento de industrialización llevado a cabo en China por Mao a finales de la década de los 50 y principios de los 60. La obsesión por la industrialización, la modernización y el progreso; la artificialidad de los movimientos de población y la colectivizaciones agrarias con el consiguiente abandono del campo en favor de la manufactura y la industria llevaron a que catástrofes climáticas severas – pero, recurrentes – se convirtieran en auténticos desastres humanos con millones de muertos. La cifra de muertos para este periodo oscila según diferentes expertos entre los 18 millones y 32,5 millones de muertos.

En cambio, hay otro Gran Salto Adelante que dio China que no ha quedado impreso en la conciencia colectiva. Que haya ocurrido así no es gratuito ni inocente. Sabemos que los vencedores son quienes escriben la historia y muchas veces esta historia está idealizada o directamente ocultada cayendo en el olvido para escarnio de sus víctimas. Y hoy el vencedor de la historia es el capitalismo liberal anglosajón… Este otro “Salto Adelante” se produjo a mediados del S.XIX cuando la negativa de China a integrarse “libremente” en el “mercado mundial” construido bajo los auspicios del “libre comercio” británico y occidental llevó a una serie de guerras de agresión coloniales y revueltas civiles con consecuencias devastadoras para la población y el país.

RepartoChina

La negativa de China, más tarde, a permitir una mayor liberalización comercial y nuevas concesiones en su territorio a Reino Unido y Francia, y, primero, su repulsa a favorecer que se extendiera por él el lucrativo negocio del comercio ilegal de opio – perseguido por los funcionarios imperiales debido a las terribles consecuencias sociales que provocaba de corrupción pública y adicción – único producto que podía competir con la superior manufactura china, que venían realizando los mercaderes británicos desde la India dieron lugar a dos guerras. Son las conocidas como Guerras del Opio: la primera se produjo entre 1839 y 1842, dando lugar a un período de inestabilidad y guerras civiles que llevó a entre otras a la Rebelión Taiping (1851 – 1864). La segunda transcurrió entre 1856 y 1860. Las muertes directamente causadas por estas guerras oscilan entre los 15 y los 60 millones de personas. A esto debemos sumarle las muertes causadas por las guerras civiles que varían entre los 20 y los 50 millones de personas.

Este terrible período de la historia de China se coronó con la Gran Hambruna de 1876–1878 que provocó la muerte en el norte de China de entre 8 y 20 millones de personas. Esta espantosa devastación también fue la consecuencia de la aplicación de unas reformas económicas que barrieron los cimientos de la sociedad tradicional en pos de la modernización y el beneficio económico, dejando unos campesinos empobrecidos y sobreendudados; unos mercados locales destruidos, que ante el advenimiento de una catástrofe climática tuvo como consecuencia evitable la muerte de millones de personas. Fue el mercado y la fe ciega en el capitalismo liberal lo que convirtió un grave – pero, habitual – fenómeno climático en una hambruna devastadora. Durante el S.XVIII estos mismos fenómenos se produjeron, pero las políticas redistributivas de los gobiernos – tanto en China como en la India – evitaron que tuvieran consecuencias humanas tan terribles.

FumadoresOpio

Durante el mandato británico se dejó morir a la gente sin prestarle el diligente auxilio como había sido la norma bajo los antiguos gobiernos locales. Dentro de la lógica del libre mercado – una lógica marcada entonces por el racismo, el maltusianismo y la codicia – la cosecha debía exportarse para obtener cuantiosos beneficios aunque fuera al precio de millones de muertos. Además se imponía sobre el gobierno la doctrina teológica maltusiana de que cualquier intervención del gobierno para aliviar las penurias del hambre sería contraproducente. En palabras del ministro de Finanzas, sir Evelyn Baring: “Cada intento bienintencionado de mitigar los efectos de la hambruna y la salubridad deficiente no sirve más que para aumentar los males que resultan de la sobrepoblación” o, en un informe oficial de 1881 se mantiene que: “… si el gobierno gastase una mayor parte de sus ingresos en aliviar la hambruna, se aumentaría la proporción de la población que está en la penuria”.

En sólo cuatro décadas (1839–1878) la inclusión forzosa de China en el capitalismo liberal se hizo al precio de un máximo de 130 millones de muertos y un mínimo de 43 millones. Además de alrededor de 15 millones de drogadictos y la perdida de Hong Kong. Como ocurriera luego en el S.XX, este fue otro carísimo proceso de ingeniería social desde el poder – éste, en cambio, liberal y capitalista – guiado por la extrema codicia que reportó unos beneficios económicos astronómicos. Para China el “libre comercio” – como para todos los países que lo han “adoptado” – fue catastrófico. Hacia la última década del S.XIX su población no era superior a la que tenía en 1820 y el ingreso per capita había retrocedido a principios de siglo. Con la llegada de los británicos comenzaría – como ocurrió antes en la India o en Irlanda; por las mismas fechas, en Iberoamérica y África – un periodo de guerras, dependencia económica, perdida de soberanía, tratados desiguales, imposición de la losa de la deuda externa, desindustrialización e inestabilidad política y social nunca antes conocido.

FumaderoOpio

Postdata: De ese comercio del opio que tantos millones de muertos provocó queda todavía hoy como vestigio el gran banco HSBC (The Hong Kong and Shanghai Banking Corporation) fundado en 1865 con la finalidad de administrar los enormes beneficios obtenidos por el comercio de esta droga. Banco que, por cierto, no ha perdido su afición a los negocios ilícitos…

* (1785– 1850) Funcionario imperial chino que prohibió y trató de luchar contra el contrabando y el comercio ilegal de opio de los mercaderes (narcotraficantes) británicos, estadounidenses y occidentales. Asimismo luchó contra la corrupción de los funcionarios públicos sobornados con el dinero del opio británico. Estas acciones tuvieron como respuesta la agresión del Imperio británico en las conocidas como Guerras del Opio en su afán de proteger a los comerciantes británicos y los enormes beneficios que le generaba el tráfico de drogas.

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